Grato sabor a buen teatro

Por Frank Padrón

Dentro de la amplia representación del patio (la mayoría comentada ya anteriormente desde estas páginas) resultó también un privilegio “degustar” de El banquete infinito, por Teatro de la Luna.

Escrita por el inolvidable Alberto Pedro (Delirio Habanero, Manteca…) se trata de lo que podríamos considerar una “alegoría culinaria” en torno a los regímenes totalitarios, con personajes típicos que matizan su tipicidad desde el enfoque satírico y caricaturesco, con diálogos en los cuales abundan el sarcasmo y la parodia para este acápite, donde se reflexiona por tanto acerca del poder, sus (ab)usos y el control de las masas.

En su lectura, Raúl Martín refuerza esa plataforma sainetera, deudora del virgiliano teatro del absurdo, mediante códigos habituales de su poética (el reciclaje musical, la cultura pop, el travestismo tanto escritural como histriónico, los procedimientos tropológicos que apuntan a varias capas de significado…) esta vez no solo con una sustanciosa banda sonora que incorpora canciones “gastronómicas”, sino mediante la imagen anunciada desde el título, que se hace literal: no solo están presentes los alimentos, sino que estos se ingieren, y más allá de la visualidad se perciben también a través del olfato, en una verdadera orgía que además reviste connotaciones antropofágicas, en clara metáfora histórica.

Quizá solo susceptible de acortar en el monólogo-prólogo (largo sin necesidad), la puesta es literalmente deliciosa, para lo cual se apoya en un nuevo elenco de histriones muy en sintonía con sus personajes: Rone Luis Reinoso, Freddy Maragoto, Ricardo Saavedra, Minerva Romero, Yaikenis Rojas, Amalia Gaute…

Mayo Teatral finaliza; nos deja un grato sabor (para seguir con las alusiones culinarias) a buen teatro cubano, latinoamericano y caribeño.